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Mientras se sigue haciendo historia en el espacio, en la tierra nos estamos matando. ¡Qué ironía! Explorar vida donde no la conocemos y donde la tenemos, acabarla.

Les confieso que me duele, me drena y me frustra saber que existe el racismo, el discrimen y todo tipo de prejuicios. Que me duele vernos en guerra peleando por lo que a todos nos pertenece desde que nacimos.

Todos conocemos el caso de George Floyd, pero yo les voy a hablar de Derek Chauvin. Así se llama el hombre que por 8 minutos 46 segundos presionó con su rodilla el cuello de George Floyd contra el suelo, pero que solo le bastaron 5 minutos 53 segundos para dejarlo sin aire, sin vida.

Es difícil ver el video y no sentir rabia, tristeza, impotencia, indignación. Pero les voy a decir lo que más me duele y me preocupa, es que todos nos vimos en George Floyd, nos ahogó la injusticia, pero no nos estamos cuestionando si -sin querer, sin darnos cuenta- también hemos sido Derek Chauvin. Sé que puede sonar fuerte, pero les pido con todo mi amor y respeto que hagamos el ejercicio.

La peor enfermedad que sufre nuestra sociedad es pensar que hay solo unos cuantos que están en lo correcto, que son los que están bien, los normales, los especiales, los elegidos. Creencias que han durado demasiado y que el mundo en un momento tomó por ciertas. Como si solo una religión es la correcta, un color de piel, un peso ideal, una ideología política, una orientación o identidad sexual; y en ese tener que descalificar todo lo demás caemos en juzgar, discriminar y condenar.

Somos opresores con cada mofa y acto de rechazo a quien es “diferente” o piensa distinto a nosotros. Negros, albinos, homosexuales, transexuales, queer, quienes tienen estrabismo (que le llaman “bizcos”), cojos, mancos, gagos, personas con acné, con vitiligo, con tatuajes, gordos, flacos, quienes tienen tenis o un carro viejo o quienes tienen demasiado dinero, a quien le faltan dientes o quien tienes verrugas, hombre, mujer, la lista es demasiado larga, pero todos y todas: blanco de repudio y burlas.

No es la primera vez que hablo de este tema, del rol que juegan las mofas y el rechazo, y por hablarlo me han juzgado; pero cuando callamos, cuando nos burlamos y cuando rechazamos a los demás por ser diferentes, por las situaciones que están enfrentando o por las condiciones que padecen, no solo estamos perpetuando estereotipos y alimentando prejuicios, somos parte de esa rodilla que ejerce presión sobre el piso.

Me falta el aire con cada acto de rechazo.

Me duelen las piernas por la falta de solidaridad.

Me duele el cuello por la indiferencia de quienes esquivan su mirada.

Me duele el estómago por el complejo de superioridad.

Todo me duele cuando lo humano y sensible falta,

porque si no le damos paso al amor, nadie puede respirar

Esta reflexión la hago con todo mi amor y respeto, como siempre… con la genuina intención de invitar a mirarnos y a respirar. ¡Les quiero y me quedo corta!

Yz Cifredo [1.junio.2020]

 

Yizette Cifredo

Motivadora, Comunicadora y Optimista Compulsiva

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