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Recuerdo que en “Estudios Sociales”, en la clase de historia, me contaron sobre la leyenda de la muerte de Diego Salcedo. Durante la conquista de Puerto Rico, los españoles esclavizaron a los habitantes de la isla. Los taínos creían que los españoles eran inmortales y por eso aguantaban sus atropellos. Entre las diferentes versiones, se dice que los Taínos indignados por los abusos a los que eran sometidos, decidieron comprobar la supuesta inmortalidad y divinidad de estos opresores. La oportunidad se presentó y la verdad fue descubierta. Diego Salcedo murió ahogado a manos de los indios, lo que hizo que despertaran y se rebelaran en contra del maltrato y abuso que recibían.

Esto que les cuento, no es una leyenda, es parte de la historia que vivimos en el Verano del 2019, cuando también despertamos y le recordamos a algunos políticos que robaron, engañaron e insultaron a los habitantes de la isla que no son dioses, sino empleados del pueblo de Puerto Rico.

Los boricuas indignados por los abusos a los que eran sometidos, emprendieron la encomienda de destituir al entonces gobernador, Ricardo Rosselló Nevarez. Muchas personas pensaron que era imposible, pero el pueblo estaba convencido. Día y noche se manifestaron en las calles, exigiendo la renuncia de quién ya había renunciado a su principal función de servirle a la gente. No tuvo opción. No tenía salida. La verdad fue descubierta y con ella su humanidad, su mortalidad.

Pero como todo en la historia, no estamos hablando de finales felices ni de resultados perfectos, porque somos parte de un proceso dinámico. Quién piense que los logros se miden por la ausencia de retos, no se ha dado cuenta de lo que está hecha la vida. Los problemas continúan, los desafíos siguen presentes, pero la victoria es unir y levantar a un pueblo que estaba dormido, intimidado y de brazos caídos. Muchos de nosotros no sabíamos lo que era marchar, nunca nos habíamos atrevido a levantar la voz y protestar. Para muchos y muchas fue la primera vez que gritamos, cantamos, sudamos, lloramos con la multitud exigiendo respeto, justicia, democracia, dignidad.

Y como los taínos con los españoles, nos dimos cuenta que ni ellas ni ellos son dioses, que tampoco son inmortales. Los errores son humanos, pero las ineptitudes y los atropellos son de charlatanes. Nos dimos cuenta de los poderosos que somos cuando dejamos atrás las pequeñas diferencias que nos separan y apostamos a los grandes propósitos que nos hermanan. ¿La gran victoria? ¡Despertar! ¿El Reto? Mantenernos despiertos. ¿La mala noticia para quienes pretenden hacerlo mal? Saber que sí somos mas y que ya no tenemos miedo…

Como siempre, les comparto esta reflexión con todo mi amor y respeto.

Yz Cifredo [27.julio.2020]

Yizette Cifredo

Motivadora, Comunicadora y Optimista Compulsiva

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