
El tiempo pasa… y pasa el tiempo… Pasan palpitaciones, respiros y suspiros sin darnos cuenta. Pero, ¿qué es el tiempo? Un constante avanzar de la vida que nunca se detiene, que duerme con nosotros, despierta con nosotros y aunque parezca que es solo uno, tu tiempo y el mío son muy distantes y muy distintos.
Y mientras nos suceden cosas buenas y cosas malas, pasa el tiempo. En los momentos de crisis y dificultad, nos creemos que estamos en pausa y se nos olvida vivir. Y nos convertimos en la crisis y nos convertimos en la dificultad. Nos domina la queja y el sufrimiento, mientras sigue pasando el tiempo…
¿Y qué se supone que haga? Pues, en medio del caos, vivir lo que nos toca. Quejarse y aprender a la vez; sufrir y, a la misma vez, crecer. Hacer que el reto se haga aliado del tiempo y que juegue a nuestro favor. Que lo malo deje importantes lecciones y que después del dolor seamos un poquito mejor.
Lo mismo toca con los buenos momentos… no podemos paralizar el tiempo viviendo del recuerdo de un triunfo. Intentando arrastrar ese pasado para ser por siempre victoriosos, ni hacer del presente una escena en repetición. El tiempo es un gran regalo que nos invita a estar, a atender, a participar, a ser…
¿Qué hacemos con el tiempo? Con ese «tic-toc» obstinado e inagotable que no conoce la reversa, que va hacia adelante y progresivo; persistente y constante. Con ese reloj que en cada uno de nosotros habita, que no necesita baterías y que no tiene botón de “stop”.
Lo que hacemos con el tiempo, lo hacemos con nuestra vida porque el tiempo es eso mismo. Cuando pierdes tiempo, te pierdes a ti; cuando aprovechas el tiempo, te ganas, te maximizas. Escoge existir, ocupar espacio, ser y estar consciente y presente en cada segundo, con cada respiro porque al final, la vida es el pasar del tiempo y el tiempo es el pasar de la vida…
Yz Cifredo [3.agosto.2020]
Como siempre, les comparto esta reflexión con todo mi respeto y cariño, por si les tiene sentido.