
En medio de todo el bombardeo de noticias fatales, de eventos que nos cuesta creer que son realidad: muertes, violencia, crímenes llenos de odio, asaltos a nuestra democracia (aquí y allá), enfermedades que se complican cada vez más, cuando hasta la más compulsiva de las optimistas se pudiera agotar, llega un rayo de luz que me confirma eso que tanto dicen de que los buenos somos más.
El corazón de nuestra gente es grande. He sido testigo de cómo se desbordan las muestras de generosidad en los momentos más inciertos y duros. Cuando el fuego consume la seguridad, el abrigo y las memorias de una familia haciendo de su casa cenizas y desconocidos quieren reconstruirla.
Cuando la enfermedad más cruel se apodera del cuerpo de un niño, y sus padres sin saber cómo costearan los gastos, dejan trabajo, dejan todo para emigrar a donde puedan conseguir una oportunidad de sanarlo y ese que no tiene mucho dinero consigue tener porque quiere ayudarlo.
Y es que somos solidarios… nuestra naturaleza más que competir, es de colaborarnos. Es que cuando vemos a otra persona en dolor, nos inquietamos y sentimos la necesidad de hacer algo. Lo vemos en momentos terribles, pero también en los más simples y cotidianos. Cuántas personas se preocupan por sus vecinos, y pasan a ver cómo están casi a diario… o quienes en los días festivos, le llevan comida a los guardias de seguridad que están lejos de los suyos, cumpliendo su turno para poderles llevar el pan.
Ninguna voz que se levanta pasa desapercibida. Que no se nos olvide que somos luz entre tanta neblina. Que somos grandes porque no nos abandonamos. Que la humanidad sobrevive y vive porque somos solidarios.
Como siempre, les comparto esta reflexión con mucho respeto y todo mi cariño, por si les tiene sentido. Les quiero y me quedo corta. ¡Eeeeeh Juá!!!
Yz Cifredo [10.enero.21]
Hermoso!!! ☺️ gracias!!