
Casi siempre destacamos el mágico y extraordinario rol que juegan las madres en nuestra crianza, pero ¿y papá qué? Este escrito se lo quiero dedicar al hombre que más me ha impactado y que, gracias a Dios, me lo gozo en vida… El tipo del interruptor.
Papá Alfredo, como le dicen muchos, siempre ha sido un hombre enérgico y apasionado. Bromista, bastante bromista, y un entrega’o al servicio, a la comunidad, a la gente. Dos cosas que, sin duda, aprendí de él. Les resumo, tres anécdotas que le darán una idea de sobre de quién les hablo.
* ¿Cómo se conocieron mi papá y mi mamá? Resulta que mis padres vivieron en el mismo residencial público, Luis Llorens Torres, y estudiaron en la misma escuela. Cuando estudiaban en high school, un amigo de mi padre le cuenta sobre esta chica que le gusta y a quien quiere conocer, y le pide ayuda. Mi padre, ¡claro! muy dispuesto accede y le dice que cuente con él. La tarea de mi padre era simple, debía entregarle a la chica cartas y regalitos de parte de su pretendiente… Se imaginan por dónde va la historia, ¿verdad? Los regalitos y las cartas llegaban, pero parece que en el camino algo pasaba porque terminaban siendo de parte de mi papá y no del pobre «amigo». Cuento largo, corto… que mi papá se quedó con la chica, que es mi madre, llevan 45 años de casados y de ese «amigo» jamás hemos sabido. ¡Listo, ah!
* Los regaños de mi padre. Mi papá ha sido demasiado cool, siempre positivo, alegre y de buen humor, y la verdad es que cuando se molestaba era porque ya uno de nosotros había colmado la copa. Somos tres: dos nenes y yo, la única nena y la menor. Mi papá tenía formas bien particulares de corregir nuestras travesuras y «descarrilamientos». Nunca voy a olvidar el día del interruptor. Mis padres viven en una casa de dos pisos, aún la viven y fue donde nos criamos los tres. Pues una tarde vimos a mi papá parado frente al interruptor de la luz de las escaleras (que conectaban con el segundo piso donde estaban los cuartos de mis hermanos y el mío). El «tipo» se «espoteó» allí por varios minutos largos. Me atrevo a decir que estuvo de 10 a 15 minutos mirando fijamente el interruptor. Imagínese usted mirando un interruptor fijamente por tanto tiempo. Su estrategia era firme y su misión era clara. Estaba esperando que uno de nosotros le preguntara qué hacía o qué le pasaba, y así lo hizo. No abandonó su cometido hasta que uno de nosotros cayó y si mi mente no me falla, fui yo… ¿Su respuesta? «Flaca, es que estoy tratando de apagar la luz con la mente y no puedo, tengo que usar la mano.» ¡Jajaja! ¡Gran lección! Jamás se me olvidó apagar las luces de mi casa ni de ningún otro lugar. Ahora, gracias a la ocurrente técnica de mi padre, tengo una fijación de economizar energía eléctrica a donde quiera que voy.
* No me habla de cómo ser buena persona. Mi papá muy pocas veces se ha sentado a explicarme cómo se puede ser un buen ser humano, me lo ha demostrado todos los días de su vida. Se levanta con la genuina responsabilidad de hacer de este mundo, de su comunidad, de su familia, una mejor. Es un predicador de 7 pares… sus mensajes son contundentes y coherentes con su forma de vivir. Él fue mi primer mentor como motivadora. Sin yo saber lo que hacia, me invitaba a acompañarlo a dar charlas a jovencitas que vivían en hogares transitorios. Él daba el mensaje de Fe y yo el de autoestima. Recuerdo que para los años ’90, cuando se comienza a hablar de SIDA en Puerto Rico, el Centro de Médico tenía una división (Albergue Santo Cristo de la Salud) que atendía a los pacientes VIH positivo en etapa terminal. Él se certificó para poder ofrecer servicios voluntarios y atender con el amor y dignidad que se merece la población. Recuerdo que cada ciertos domingos nos invitaba a acompañarlo para celebrar la misa con esos hermanitos y hermanitas (así los llamaba) y nos enseñaba a hablarles, respetarles y amarles sin el «prejuicio» que acompaña la enfermedad, sobre todo en esos años.
Así es Papá Alfredo, el mismo tipo del interruptor que todas las noches se arrodillaba frente a la cama de cada uno de nosotros (sus hijos) con biblia en mano y un pequeño radio con música instrumental rezaba y nos echaba su bendición.
Mi papá no es perfecto y eso lo hace aún más grande. No espera créditos ni reconocimientos, nada le pertenece. No hay egos. Vive cada día genuinamente dándose y dejando su huella en cada persona con quien interactúa o tropieza. Mi papasote, mi súper héroe favorito, mi ni tan viejo que hoy día es un fiebrú del Crossfit. En el más reciente «Open 2017», calificó entre las 25 puntuaciones más altas de Latino América en la categoría «60+ Scaled». A ti, mi gran maestro de amor ¡Gracias por SER, ESTAR, CREER y QUERER! ¡TE AMO! Como siempre dices… ¡Estamos Vivos!!!
Les comparto estas palabras con mucha emoción…
Yz Cifredo [14.Junio.2017]
Este escrito nace desde el amor, a raíz de aceptar un reto. Los invito a que vean de qué se trata (haz click en la frase): "Dile a tu papá lo más importante que has aprendido de él"
Excelente escrito, me hizo llorar y llenar de melancolía al recordar con amor a mí padre.
Gracias por pasar por aquí, Sara!!! Y por compartir tu comentario! Te envío un #AbrazoBienApretau solidario y con mucho cariño.